viernes, 15 de agosto de 2008

Laudelino Mejías, Virtuoso de la dirección y composición musical

Laudelino Mejías nace en la vieja ciudad de Trujillo en los últimos días de agosto de 1893. Es aquella una época de atraso y pobreza generales. El ambiente en que el futuro compositor ve la primera luz es triste y humilde hasta el extremo. Corren tiempos de constantes e interminables revueltas locales. Caudillos de contrario signo y de irreconciliables antagonismos se enfrentan día a día para dirimir sus diferencias pistola o machete en mano. Así crece Laudelino, rodeado de presagios funestos, entre la explosiones de la barbarie que embota la sensibilidad e induce a los seres humanos a transitar por las vías de la violencia. Apenas tiene siete años de edad cuando la vieja ciudad, el 20 de septiembre de 1900, se estremece empavorecida por las llamaradas que envuelven la torre de la Iglesia Matriz y gritos de odio y destrucción alternan con las descargas de rudimentarias fusilería. No era este el medio más propicio para el desarrollo de una vocación artística. Y, sin embargo, desde sus días infantiles, mostró su extraordinaria aptitud para la música.

Bajo la autoría artística del Padre Esteban Razquin, un sacerdote español llegado a Trujillo a principios de siglo, Laudelino inicia su aprendizaje como ejecutante de clarinete. El Padre Razquin, más artista que sacerdote, según el decir del coterráneo y poeta Alfonso Marín, consagra la mayor parte de su tiempo a la docencia musical y a la formación de un conjunto filarmónico, y es Laudelino uno de sus discípulos más aprovechados y entusiastas. Desde esos momentos iniciales se revelan en él dos atributos que han de constituir la base de su personalidad: una gran capacidad de trabajo y una constancia a toda prueba. La bohemia juvenil que entonces se practicaba y alternaba con tumultos y algazaras cautiva al novel artista al igual que a todos los de su edad. Pero el espíritu bohemio que en otros se traduce en abandono e irresponsabilidad, en Laudelino es fuente de inspiración que no enerva a su vigoroso impulso de ascenso y superación. Ello determina que, a la vez que se diestra como ejecutante en la Banda Filarmónica fundado por el Padre Razqui, comienza a incursionar atrevidamente por los predios de la composición.


En 1912, ya ausente el Padre Razquin, y fallecido Aparicio Lugo, su sucesor en la dirección de la Banda Filarmónica, Laudelino Mejías es designado para desempeñar este cargo. Apenas tiene el flamante director 19 años de edad. Pero su extraordinario temperamento artístico y su absoluta seriedad como profesional le impirmen un sello de madurez que lo acredita como el más idóneo para la labor de conducción del ya importante conglomerado musical. Con excepción de breves períodos en Maracaibo, Valera y Ciudad Bolívar, la obra musical de Laudelino Mejía se desenvuelve en su ciudad natal y en estrecha vinculación con la Banda fundado por el Padre Razquin, la cual áun existe y lleva ahora el nombre del insigne autor de "Conticinio".


Las personas que antes de 1958 residenciaron en Trujillo, guardan el recuerdo del maestro en sus tres actitudes características: unas veces reclinado sobre su mesa de trabajo copiando o arreglando partituras para la Banda, otra al frente de la misma en los ensayos o en la retreras de la Plaza Bolívar o de la Plaza Sucre, y la tercera, por las tardes, a la puerta de su casa, en palique festivo con los transeúntes para quienes siempre tenía un saludo cordial o un salida humorística.


Entre sus composiciones más conocidas están: "Silencio Corazón", Alma de mi pueblo", "Canto a mis montañas", "Contivionio", "Imposible", "En las horas", "Mirando al Lago", Merceditas", Despertando", "Isabel", Amaneciendo, "Anocheciendo", "Trujillo", Noche de Luna", "Déjame Soñar", por nombrar sólo algunas.


Poemas Sinfónicos como: "Trujillo" y "Mirabel", Paso Dobles "Cielo Andino", "Murmullos del Castán", "De Trujillo a Boconó", "La Negra Malcriada", "El Mocho Leopoldo", y Marchas para las estaciones radiofónicas: "Radio Trujillo", "Radio VAlera", "La Voz del Táchira", y Ondas de América", además de marchas religiosas "viernes Santo" y "San Antonio".


Laudelino Mejías muere en la ciudad de Caracas el 30 de noviembre de 1963, pero en Trujillo continúa vigente su recuerdo y hoy su nombre se asocia a las má variadas expresiones de la cultura regional: una moderna vía urbana se la distingue como Avenida Laudelino Mejías. Un importante centro educativo se llama Ciclo Diversificado Laudelino Mejías. A la entrada del Ateneo de Trujillo está ubicado un busto del eximio artista, y el salón destinado en esta institución a foros, exposiciones, conferencias y otros actos culturales, es conocido con el nombre de Salón Laudelino Mejías. De modo que en su tierra natal viene a ser el arquetipo de los grandes personajes epónimos y es que Laudelino Mejias vivió y trabajó para su tierra. A ella dedicó su poder creador. Al incremento de su cultura musical consagró sus esfuerzos, y su sabiduría y experiencia de maestro estuvieron y están al servicio de las nuevas generaciones de artistas que hoy sustentan e impulsan el promisor movimiento musical del estado Trujillo.

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